En tiempos aún no lejanos, a orillas de los ríos, riachuelos y arroyos de caudal permanente, se hicieron pequeñas construcciones, edificios en piedra acompañados de otras obras útiles bien ideadas para que, luego, dotados de aquellos elementos mecánicos que existían en la época, cumplieran su misión como molinos que sin duda se hacían necesarios, fundamentalmente para la obtención de la harina de trigo. Uno de los elementos básicos de nuestra alimentación.

El molino harinero de cubo fue considerado uno de los ingenios técnicos más desarrollado en su tiempo. Estaba situado en unas ocasiones a lo largo del curso de los ríos y en otras en acequias de regadío.

El agua era desviada y conducida hasta el cubo a través de un canal, construido a base de piedras. Entraba al cubo por un lateral, cayendo sobre las palas de la rueda hidráulica de eje vertical, para salir del cubo en una dirección tal que crease una corriente de remolino en su interior lo que hacía mover la rueda. Convirtiendo la energía potencial en energía mecánica de rotación.

La rueda hidráulica o rodezno estaba constituida por un eje vertical y veinte palas de madera de chopo montadas a su alrededor y sujetas por cuñas. La rueda iba apoyada sobre una viga horizontal en la que había un dado y un puntero de bronce que servía para que el eje vertical tuviese el menor rozamiento posible. La viga se movía verticalmente para elevar o bajar el rodezno y con ello variar la separación de las dos ruedas, fija y móvil, del molino.

El proceso de molienda era el siguiente:

El templado, consistía en ajustar la humedad para facilitar la separación del grano de la cáscara. Para ello, se introducía el grano en una pila con agua.

La molienda. Los elementos principales eran las ruedas de molino. De ellas una, la que está en la parte inferior, se mantiene fija. Está atravesada por el eje que viene desde el rodezno y sobre el que va sujeta la piedra móvil, la de la parte superior. Ambas ruedas iban cubiertas por una carcasa de madera que dirigía el producto de la molienda a un conducto lateral. Las ruedas de molino tenían cierta rugosidad y, cuando la perdían por el uso, los maestros de molino provocaban, con las herramientas adecuadas, nuevamente, asperezas en su superficie. Las ruedas llegaban a ser sustituidas por desgaste cuando su espesor se había reducido tanto que ya no ejercía el peso necesario para provocar la molienda.

El cernido consistía en separar la harina del salvado. Para ello se utilizaban cedazos, que eran bastidores de madera con una tela de seda por cuya trama pasaba la harina quedando separada del salvado.

Tamarón, pueblo situado a 28 Km. de Burgos, en un recorrido de tres Km. en que de Norte a Sur le cruza el discurrir del arroyo Sambol, ha tenido hasta cinco de estos molinos; aunque suponemos que no todos funcionaron al mismo tiempo.

Se conocieron con los nombres de La Recorvada, Molino de Don Pedro, El Molinillo, Molino de Medio y La Tablada.

Lo lamentable es que hoy, aunque sólo fuera como curioso recuerdo, ya no se conserva lo más mínimo de ninguno.

En su tiempo fueron un gran adelanto ya que poder contar con harina suponía tener pan en casa ya que la mayoría de estas contaban con su horno propio donde se elaboraba y cocía lo necesario para el consumo familiar. Estos hornos, de los que aún puede verse alguno, en la mayoría de los casos, se calentaban con paja que poco a poco se tiraba a mano. O con leña de encina de la que Tamarón, merced a su buen Monte, tiene abundante.

Aunque nos gustaría encontrar algún dato o pista al respecto, no parece fácil llegar a saber a quienes exactamente correspondió la propiedad y administración de estos molinos. Sólo el del Molinillo, en razón a algunas de sus cualidades, quizá quepa pensar que fuera del Ayuntamiento; por cuanto que disponía de un cauce de unos 700 metros de longitud por terreno que se sabía Municipal y del que posiblemente quedan algunos signos. Este cauce partía del punto conocido por el “Pradejón”, donde cogía el agua que llevaba por cerca de la casa que habita actualmente el Guarda, zona posterior del jardín de Usicia y huerta de Anselmo, traseras de las viviendas de la familia Varas, para seguir la línea de la actual carretera (entonces camino) y llegada al lugar propiamente dicho de El Molinillo.

Tomás Mínguez, año 2001